Pueblos de CASTELLÓN y vecinos

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domingo, 9 de abril de 2017

Ahín/Aín Reportaje

Una historia de Mª Victoria, basada en hechos reales:
El pasado 2 de abril, mi amigo Francisco Fenollosa y yo decidimos acercarnos al encantador pueblo de Ahín (Castellón) con el fin de deleitarnos paseando por sus calles así como contemplando sus numerosos y bellos rincones a la vez que disponiéndonos a conocer, en la medida de lo posible, algunos entresijos de su historia. Tuvimos la suerte de conocer a Ramón, un afable señor de 71 años que fue alcalde del pueblo entre los años 1969 y 1976 y compartió con nosotros algunas pinceladas de las tradiciones de Ahín (Aín en valenciano), nombre que procede del árabe y significa “Fuentes” según nos indicó. Nos contó con tristeza como, acabada la Guerra Civil, el bando vencedor perseguía a algunos vecinos del pueblo del bando contrario, quienes se ocultaban en cuevas camufladas con ramas de árboles y en profundos pozos para no ser encontrados. La Iglesia Parroquial del Siglo XVIII, dedicada a San Miguel. Destaca la Torre de Sillería sobre el conjunto. En su interior hay un lienzo de San Ambrosio del Siglo XIX. La Ermita del Calvario del Siglo XVIII catalogada, al igual que la Iglesia, como BRL en 2007. Sin embargo, lo que más disfrutó contándonos fue lo relativo a las fiestas de San Ambrosio cuya celebración se prolonga varios días y que, según nos comentó, se conmemora cada año en torno al 7 de diciembre, onomástica del santo. En la década de los 40 y según él manifestó, las fiestas revestían un carácter “machista”. Por los jóvenes del pueblo se recogía casa por casa el vino que serviría para amenizar las mismas y se vertían en tinajas gigantes. Ya por entonces, Ahín disponía de banda de música y los hombres bebían hasta embriagarse. Las mujeres se dedicaban a la repostería, en su mayor parte pasteles de boniato, cabello y calabaza. Según Ramón, cuando los hombres veían a una mujer por la calle, ¡la perseguían! La comida más tradicional de las fiestas eran las longanizas y los pasteles, aderezado todo ello con el vino de la tierra, en su mayoría de cosecha propia, ya que cada vecino disponía de una pequeña plantación para su suministro particular. Nos confesó que él aún conservaba la suya. La fiesta se organizaba alrededor de un fuego que servía a la vez para alumbrar y dar calor en esas noches de casi invierno. Como nos quedamos con ganas de conocer más detalles de Ahín y sus gentes, con más profundidad, le propusimos que, en una próxima visita: nos preparase una excursión guiada por las viñas, nos enseñase fotografías antiguas de principios del siglo pasado que aún conserva su cuñado, organizándonos una pequeña degustación de los famosos pasteles y, cómo no, nos concertase una cita con los personajes más relevantes del pueblo para que nos fuesen presentados. Aunque ya se encuentran descansando en paz pero, según Ramón, aún tienen muchas cosas que contarnos.



  
Reportaje aportado por María Victoria Ramos Bova

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