El pasado 2 de abril, mi amigo Francisco Fenollosa y yo decidimos acercarnos al encantador pueblo de Ahín (Castellón)
con el fin de deleitarnos paseando por sus calles así como contemplando sus
numerosos y bellos rincones a la vez que disponiéndonos a conocer, en la medida
de lo posible, algunos entresijos de su historia. Tuvimos la suerte de conocer
a Ramón, un afable señor de 71 años que fue alcalde del pueblo entre los años
1969 y 1976 y compartió con nosotros algunas pinceladas de las tradiciones de Ahín (Aín en valenciano),
nombre que procede del árabe y significa “Fuentes” según nos indicó. Nos contó
con tristeza como, acabada la
Guerra Civil, el bando vencedor perseguía a algunos vecinos
del pueblo del bando contrario, quienes se ocultaban en cuevas camufladas con
ramas de árboles y en profundos pozos para no ser encontrados. La Iglesia Parroquial del Siglo XVIII, dedicada a San Miguel. Destaca la Torre de Sillería sobre el
conjunto. En su interior hay un lienzo de San Ambrosio del Siglo XIX. La Ermita del Calvario del Siglo
XVIII catalogada, al igual que la
Iglesia, como BRL en 2007. Sin embargo, lo que más disfrutó
contándonos fue lo relativo a las fiestas de San Ambrosio cuya celebración se
prolonga varios días y que, según nos comentó, se conmemora cada año en torno
al 7 de diciembre, onomástica del santo. En la década de los 40 y según él
manifestó, las fiestas revestían un carácter “machista”. Por los jóvenes del
pueblo se recogía casa por casa el vino que serviría para amenizar las mismas y
se vertían en tinajas gigantes. Ya por entonces, Ahín disponía de banda de
música y los hombres bebían hasta embriagarse. Las mujeres se dedicaban a la
repostería, en su mayor parte pasteles de boniato, cabello y calabaza. Según
Ramón, cuando los hombres veían a una mujer por la calle, ¡la perseguían! La
comida más tradicional de las fiestas eran las longanizas y los pasteles,
aderezado todo ello con el vino de la tierra, en su mayoría de cosecha propia,
ya que cada vecino disponía de una pequeña plantación para su suministro particular.
Nos confesó que él aún conservaba la suya. La fiesta se organizaba alrededor de
un fuego que servía a la vez para alumbrar y dar calor en esas noches de casi
invierno. Como nos quedamos con ganas de conocer más detalles de Ahín y sus
gentes, con más profundidad, le propusimos que, en una próxima visita: nos
preparase una excursión guiada por las viñas, nos enseñase fotografías antiguas
de principios del siglo pasado que aún conserva su cuñado, organizándonos una
pequeña degustación de los famosos pasteles y, cómo no, nos concertase una cita
con los personajes más relevantes del pueblo para que nos fuesen presentados. Aunque
ya se encuentran descansando en paz pero, según Ramón, aún tienen muchas cosas
que contarnos.
Reportaje aportado por María Victoria Ramos Bova
Al menos las fotos no son tendenciosas...
ResponderEliminarNo adivino tu pensamiento, amigo.
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